Una gran cita de una peli no tan buena

"Toda historia tiene un final, pero en la vida, cada final es un nuevo comienzo"
Una gran cita de una peli no tan buena ;-P


Soy una chica sencilla, normal por fuera hasta que me desvisto. He sido sometida a tres operaciones a causa de que una reducción de pecho saliese mal. Me siento mutilada y furiosa. Y espero que este blog me ayude a pasar página.

Todo lo que la gente no cuenta tras una mala experiencia en el quirófano, y que sigue ahí, al descubierto.

martes, 20 de agosto de 2013

1ª operación (de una 115-120 a una 100C)

    La primera operación fue en Abril de 2007. No recuerdo muchos detalles y cosas que pasaron por mucho que lo intento, pero he tratado de describir los echos lo mejor que he podido.

    No estoy segura acerca de que me llegasen a explicar detenidamente ni los riesgos a los que me sometía ni lo que firmaba. Todos saben que si no firmas no te operan, es como ellos se guardan las espaldas, pero al menos podrían explicar lo que pone, pues no es que se pueda decir que la jerga médica sea entendible para el ciudadano de a pie.

    Una vez me llamaron a quirófano, después de una visita fugaz del médico que me iba a operar para realizar el croquis a seguir, bajé con una enfermera o auxiliar o celadora (no sé cual era su categoría profesional) a pié. Me acuerdo que entré a la sala de operaciones por mi propio pié, con los calcetines verdes de hospital sobre mis zapatillas de casa recién estrenadas para la ocasión y mis rizos salvajes atrapados en un gorro verde semejante al de la ducha. Los nervios se iban acentuando a cada paso.

    Me tumbé en la mesa, me dijeron que me relajara (¡ni que fuese fácil!) y me ataron los brazos con unas tiras de velcro, formando mi cuerpo una cruz. Alguien me preguntó si tenía frío, ya que la temperatura en el quirófano es mínima, para preservar el ambiente desinfectado y libre de virus y bacterias o lo que sea que vea en una estancia cálida un lugar confortable para vivir y reproducirse en masa.

    Con uno de los papeles firmados antes de someterme a la intervención, me comprometí a donar la parte retirada de mis senos a la ciencia. ¿Quién sabe para qué clase de experimento las habrán utilizado? ¿y qué manos las habrán manipulado? ¡Puede que mis mamas hayan sido la clave de algún avance científico sobre el cáncer o algo parecido! No sé, o puede que las hayan tirado o utilizado como conejillos de indias en alguna facultad de medicina para diseccionarlas una y otra vez. ¡Qué más da! Lo importante es que hayan resultado útiles a alguien ya que para mí no lo eran.

    Volviendo al tema, no recuerdo haber pasado por la sala de reanimación, me parece que me desperté directamente en la habitación. No sentía dolor, creo que aún me hacía efecto la anestesia o que estaba sumamente atontada. No me podía incorporar ni mover por mi misma, no podía mover los brazos, tampoco podía ponerme recta de lo que me tiraba la carne.

    Aunque mi mayor tortura fue la siguiente. Las enfermeras no suelen dejar que te levantes si estás recién operada hasta que no has hecho pis. Me meaba tanto que parecía que mi vejiga iba a estallar (y no os penséis que es como cuando dices que te meas mucho, multiplícalo por 10 y entonces te podrás acercar) y no era capaz de mear estando tumbada en la cama usando la chata. ¡Qué horror! Nunca lo he pasado tan mal, en ningún post-operatorio, os lo juro. Hacer pis en la chata es lo más incómodo que puede haber. Lo intenté un millón de veces y no podía, y con cada vez frustrada me ponía más y más nerviosa hasta que rompí a llorar de impotencia.
    Como no lo conseguía y las enfermeras seguían sin dejarme bajar de la cama, le pedí a mi madre que me incorporara, pensé que medio sentada lo lograría, pero no hubo suerte. Siempre sujeta por mi madre, acabé sacando los pies de la cama, simulando que realmente estaba sentada en el retrete. ¡Imposible! ¡No me lo podía creer! ¡No podía ni abriendo el grifo y dejando correr el agua! Al final, después de semejante odisea lo logré, digo ¡Lo logré! Lo conseguí echando gotitas de agua por la tripa hacia abajo. ¡Por fin! ¡Qué alivio!. Tras todo esto, decidí que una y ¡no más! y así ha sido hasta la fecha de hoy. En las siguientes ocasiones pude ir al baño, porque no dejé que me diesen una negativa, pero aquella experiencia no se me olvidará jamás. ¡Qué impotencia! ¡Qué llorera!

    No dormí sola, creo que me acompañó mi madre, pero el resto se fueron muy tarde. Durante el día tuve muchas visitas que se intentaron comer los bombones que me habían regalado ¡Y luego se preguntarán por qué no quería ofrecerlos! ¡Está claro! ¡Porque se los comen y me dejan sin ninguno! ¡Oye, que la operada soy yo!

    Mi profesora también se quedó hasta tarde. Siempre le agradeceré el que estuviese allí, apoyando a mis padres, sobre todo en la interminable espera de cuando una está en quirófano.



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