Una gran cita de una peli no tan buena

"Toda historia tiene un final, pero en la vida, cada final es un nuevo comienzo"
Una gran cita de una peli no tan buena ;-P


Soy una chica sencilla, normal por fuera hasta que me desvisto. He sido sometida a tres operaciones a causa de que una reducción de pecho saliese mal. Me siento mutilada y furiosa. Y espero que este blog me ayude a pasar página.

Todo lo que la gente no cuenta tras una mala experiencia en el quirófano, y que sigue ahí, al descubierto.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Pa´ casa

    Solo me tuvieron una noche ingresada. El médico pasó, y me dio el alta tan pronto como pudo. Para poder marcharme, una enfermera tenía que quitarme los drenajes, dos, uno de cada costado y mama. Se supone que el drenaje se deja puesto tras la operación para que la porquería y fluidos que se creen o fluyan tengan una vía de escape, no acumulándose y evitando una infección. Si no es así, que alguien me corrija.

    Bueno, el caso es que la enfermera que me tocó no era la típica burra y regordeta que nos podemos imaginar cuando la he descrito como bruta. Al contrario, era menuda, pero ganas y fuerza le sobraban. Al parecer, a ella le importaba un comino el echo de que yo estuviese recién operada, muy dolorida y con poca o quizá nula movilidad. Al principio, creo, y digo creo porque no estoy segura, que intentó ser delicada con la extracción del primer drenaje, el izquierdo.

    Yo sentía sus dedos , porque creo que lo hizo con ellos o que al menos tenía la mano apoyada en mí, que presionaba más y más fuerte. El drenaje no quería salir, había descubierto un buen solar con vistas a un brazo y quería echar raíces allí. Pero la insistencia de la enfermera, su técnica infalible y la presión ejercida, lograron aminorar las fuerzas con las que el pobre artefacto se amarraba a su preciado solar. El caso es que la muy bestia tiró como si la vida le fuese en ello, tiró tanto que el drenaje salió dispardo contra la pared, rebotó y calló al suelo. ¡Podéis imagiraros el percal! Mi cara de dolor, la cara de esfuerzo y susto de la enfermera, la pared salpicada de sangre, las sábanas también...

    Visto lo visto, cuando se dispuso a quitar el de la derecha, yo ya temblaba. Éste, yo creo que se acojonó después de ver la brutalidad con la que el anterior había abandonado su reconfortante y tranquilo refugio. Ni me enteré cuando salió.

    Una vez dada por concluida la actuación de la enfermera, mi madre me ayudó a vestirme. Creo que ¡núnca, jamás en la vida! me he sentido ¡TAN INÚTIL!. No podía moverme, ni levantarme, menos aún subir los brazos, ni siquiera incorporarme yo sola. Creo que no era capaz ni de sujetar una prenda. Estaba débil y cansada.

    Cuando hubimos recogido todo y yo ya estaba lista para marchar del hospital, nos dieron los papeles del alta y fuimos en busca de un taxi. Le dimos la dirección al conductor, me até el cinturón de seguridad lo mejor que pude para no hacerme daño y a su vez ir sujeta, y emprendimos un viaje de unos 15 o 20 minutos.

    El taxista, delicado allí dónde los haya, le dio igual llevar a una recién operada. Iba a la velocidad que quería por la ciudad, daba giros bruscos (yo no me podía sujetar) y cogía los resaltos (mal conocidos como badenes) de la carretera como si no existiesen. ¡Qué daño! Le tuvimos que insistir para que aminorase la marcha y fuese más delicado en la conducción.

    Al cabo de 15 minutos ¡Por fin! ¡Ya estaba en casa!


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí podéis dejar todos vuestros comentarios: