Una gran cita de una peli no tan buena

"Toda historia tiene un final, pero en la vida, cada final es un nuevo comienzo"
Una gran cita de una peli no tan buena ;-P


Soy una chica sencilla, normal por fuera hasta que me desvisto. He sido sometida a tres operaciones a causa de que una reducción de pecho saliese mal. Me siento mutilada y furiosa. Y espero que este blog me ayude a pasar página.

Todo lo que la gente no cuenta tras una mala experiencia en el quirófano, y que sigue ahí, al descubierto.

sábado, 17 de agosto de 2013

De médicos

    La primera consulta con el cirujano plástico está un poco borrosa en mi mente. Sé que me midió el pecho y su caída: desde la clavícula al pezón y desde el centro bajo del cuello (allí dónde se encuenta un hoyuelo), diciendo casi sin pestañear "Sí, entras por la Seguridad Social".

    Esto ocurrió en uno de los principales hospitales de mi ciudad (aún no estoy segura de querer dar datos más concreto). Me pusieron en la lista de espera, cómo no, aquí todo funciona así, y parecía que iba a ir para largo, por lo que no tuve que realizar el preoperatorio enseguida.

    Al cabo de unos días o semanas, me llamaron del hospital diciéndome que habían derivado mi caso a otro cirujano para aligerar la lista de espera (la verdad es que aquí ya nos empezó a dar vueltas el estómago, no nos gustó la derivación ya que poco podíamos hacer nosotros al respecto). Mi madre se preocupó e insistió en que las garantías y la profesionalidad fuesen las mismas. Que decir me queda, que por supuesto se lo garantizaron, ¿qué iban a hacer sino?

    De esta forma, me personé en un ambulatorio de especialistas con la misma ilusión pero alerta de los posibles cambios, sopesando todo lo que el nuevo cirujano comentaba. Este señor era mayor que mis padres, no me cabe la menor duda de ello, pero bueno, casi como el anterior que me había atendido en el hospital. Aunque también resultó bastante antipático y altanero (como muchos médicos que se creen por encima de las personas que no entienden su jerga profesional) pero no saqué nada en claro sobre su profesionalidad (que si me hubiese enterado otro gallo cantaría hoy). Me midió, me dijo lo mismo que el anterior, mi madre insistió en que la operación se realizase bajo las mismas condiciones en las que iba a haber sido y me mandó pedir cita, esta vez en mi ambulatorio, para el preoperatorio; es decir: el análisis de sangre, el electrocardiograma y la ecografía de las mamas.

   Una vez realizadas las pruebas y con los resultados en mis manos acudí al anestesista. Allí, sólo recogieron los resultados y me hicieron sacar la lengua. Aún me pregunto para qué narices quería verme la lengua, ya que no me explicó nada de nada. Y me fuí.

    Ya no quedaba nada más por hacer que presentarme el día señalado en el edificio de la Cruz Roja de una conocida avenida de la ciudad. A pesar de que la operación se realizaría en un edificio de la sanidad privada, el médico era de la pública y esta misma iba a hacerse cargo de los gastos generados ya que yo fui, insisto, por la rama pública. AL parecer, los servicios privados prestan sus instalaciones y servicios a la pública para aligerar la carga de la segunda.

    Cómo no, el día de la operación llegamos muy pronto, yo con el estómago vacío y pocos nervios. ¡Por fin iba a conseguir lo que llevaba tanto esperando! Nos tocó esperar en una sala horrible, verde, si no recuerdo mal, con sillas de plástico incómodas y una decoración más que deficiente.

    Tras un rato esperando a que me llamasen para subir a planta, a mi habitación y prepararme, me llamaron y condujeron junto a mis acompañantes a una habitación compartida bastante grande, compuesta por dos camas, dos minipuertas que daban a dos nichos usados de armario y un baño, del cual no me acuerdo bien ya que no me dejaron casi usarlo (ya os contaré el por qué en el siguiente capítulo).

    Allí nos encontramos esperando casi media hora mi madre, mi padre, supongo que mi hermano pequeño (a no ser que tuviese clase), una antigua profesora del instituto con la que mantenía (y mantengo) una estrecha relación que quiso apoyarnos en este momento y yo.

    Durante el transcurso de ese tiempo, una enfermera o auxiliar vino a pedir que me fuese preparando para la inminente entrada al quirófano.


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